A la mierda con tanto positivismo tóxico

Positivismo tóxico pensamiento positivo

Me declaro enemigo del pensamiento positivo y el inevitable positivismo tóxico que cada vez infesta más la sociedad y la manera de “entender” la salud emocional y la manera de relacionarnos hoy en día. Sirva pues este artículo como una manifestación de guerra contra todos esos coaches, “psicólogos” de medio pelo, gurús (en serio, ¿quién se llama a sí mismo “gurú” y se queda tan ancho?) y charlatanes varios que ocupan las portadas de libros de autoayuda que te venden remedios mágicos en el gran negocio de la felicidad.

Tal vez estés ahora mismo pensando “vale, pero ¿por qué dices eso?” o “¿qué razones y argumentos tienes para adoptar esa postura?”. Bien, vayamos por pasos.

 

¿Qué es el positivismo tóxico?

‹‹Es como una gran caca pintada de purpurina: de lejos te deslumbra, pero te acercas, apesta y te entran ganas de vomitar››.
Estela Reynolds
(La que se avecina. Personaje de ficción)

El positivismo tóxico consiste en autoimponernos una actitud falsamente positiva, aparentando un estado de felicidad y optimismo sea cual sea la situación. Esto conllevaría el silenciamiento de estados emocionales desagradables como la tristeza o el enfado. Ojo, estas emociones siguen existiendo. La cosa es no hacerles caso.

Seguro que te ha pasado, en alguna ocasión, estar pasando por un momento de tu vida complicado y, al compartir tus sentimientos con algún amigo o alguna amiga, haber recibido como feedback que tienes que intentar ser más positivo/a. Algunos ejemplos típicos que conllevan este mensaje implícito podrían ser:

  • “Todo sucede por una razón”
  • “Solo buenas vibras”
  • “El tiempo lo cura todo”
  • “Todo sucede por algo”
  • “Piensa en todo lo que vas a aprender gracias a esto”

Lanzo “vivécdota” (si eres fan de Buenafuente y de Berto Romero entenderás esta palabreja). Hace muchos años tuve mi primer “rollete”. Por mi inexperiencia de aquel momento, viví aquella experiencia con mucha intensidad y cuando ella decidió ponerle fin lo pasé francamente mal. Desolado decidí pedir ayuda a mi mejor amigo de aquel entonces, en quien buscaba una compañía con quien compartir mi tristeza y mi rabia.

Sin embargo, él pensó que lo que yo necesitaba era distraerme y no sumirme en esas emociones, por lo que acudió al encuentro con un porro liado y me dijo que me vendría bien pasar un buen rato. Evidentemente, cuando el colocón pasó el problema no había desaparecido y yo me sentía incluso peor que antes, pues mi necesidad real era dar expresión a lo que sentía, no taparlo bajo una dosis de marihuana. Por cierto, que las adicciones suelen surgir de esta manera. Y cuanta más mierda “necesites” tapar, más carne de adicción serás. Yo, afortunadamente, me libré.

No sé si utilizarás Tinder. Yo soy usuario ocasional. Es muy común encontrarme con chicas que ponen en sus descripciones cosas tales como “Good vibes” o “O aportas o te apartas”. Mi recomendación como psicólogo (y desde el sentido común) es que si te encuentras con chicos o chicas así huyas. Esas personas se aprestarán fácilmente a invalidar tus emociones más desagradables o a dejarte de lado. O incluso tratarán de hacerte sentir mal por ello. Huye especialmente si estás pasando por un momento complicado. No están dispuestas a acogerte y validarte.

Y te diré otra cosita, de esas que hacen que la gente crea que los psicólogos leemos la mente: si contigo no están dispuestas a validar tus mierdas, tampoco lo estarán con las suyas propias, por lo que es difícil tratar con ellas cuando haya problemas pues querrán hacerte a ti responsable de todo lo que les ocurra. Esto en psicología lo llamamos con una palabreja que a mi me encanta utilizar y que se denomina “Proyección”.

 

 

¿Por qué es perjudicial tanto pensamiento positivo?

“Cualquier intento de escapar de lo negativo —evitarlo, sofocarlo o silenciarlo— fracasa. Evitar el sufrimiento es una forma de sufrimiento. La negación del fracaso es un fracaso”.

Mark Manson
“El sutil arte de que todo te importe una mierda” (2018)

Para contestar esta pregunta te daré un poco la lata con la teoría de la psicoterapia Gestalt. Desde esta corriente, consideramos cada una de las situaciones vitales, emociones, conflictos y crisis como un proceso. Esto quiere decir que cualquier asunto que se abra requiere un tránsito hasta llegar a su cierre. Si esto no ocurre, el asunto en cuestión queda inconcluso. La energía se estanca y nos quedamos con esa cosa a cuestas, sin querer reconocerla y darle su espacio.

Esto es lo que ocurre con el positivismo tóxico. Tanto énfasis en querer ver el lado bueno de las cosas requiere, necesariamente, un no querer ver lo malo. A su vez, hemos de tener en cuenta que ver las emociones en términos de “buenas” y “malas” ya supone un juicio y, por tanto, una predisposición a invalidar las emociones desagradables.

Lo que quiero decir con todo esto es que precisamente la mejor manera de quedarnos aferrados y estancados en lo doloroso es no querer reconocerlo y darle su espacio. Porque si estás pasando una situación jodida, ¿cómo carajo pretendes que no te afecte ni te duela? No es necesario recurrir a evidencias científicas ni locas teorías psicológicas para entender esto. A veces, el mejor maestro es el sentido común. Pero precisamente la neurosis consiste en no poder permitirnos el sentido común.

Y si conoces a alguien que lo está pasando mal, no es necesario que te devanes los sesos buscando la manera de conseguir que esa persona se distraiga o se vuelva feliz en “cero coma”. Tal vez lo que más necesita sea algo tan simple como un café mientras le escuchas y le haces ver que puede compartir su malestar contigo y que estás ahí.

 

 

Entonces, ¿para qué sirve estar mal?

 

Pues porque en la vida no todo es color de rosa y que vivir implica necesariamente pasar por experiencias dolorosas.

En mis primeras experiencias con pacientes, realizando las prácticas de un máster en un pueblo de Valencia, trabajé con una de las personas con quien más he aprendido. Se trataba de una mujer inmigrante, con dos hijos en edad escolar, sin trabajo estable que recientemente había sido abandonada sin previo aviso por su marido, de quien recibía todo sustento.

Al comienzo de su proceso, durante las primeras sesiones, no era capaz de salir del discurso de “Estoy mal” y “No puedo”. Y me refiero literalmente. Solo pronunciaba estas dos frases. Además, podía percibir en el tono con que pronunciaba estas dos frases un deje de automachaque. Y esta fue la clave. El “cómo” es lo más importante, mucho más que el “por qué”. Nos habla de la manera de experimentar nuestra realidad. Para ella era horrible esto de no poder y de estar mal. Y durante un tiempo vivió estancada en este asunto, dando como resultado una depresión clínica.

Tras varias sesiones de exploración, fuimos viendo cómo contribuían a este estancamiento y a este machaque el discurso de personas de su entorno que le insistían en que tenía dos hijos y que tenía que estar bien para sacarlos adelante. Pero vamos a ver, almas de cántaro. Esta mujer, que ha abandonado su vida en su país y viajado hasta España bajo la promesa de su marido de que tiene aquí trabajo para vivir una vida mejor y que se va a ocupar de ellos, de repente se ve abandonada, con dos hijos. Desgranemos esta frase para entrever los “traumitas” que contiene:

  • Su marido, la persona a la que ama, la abandona sin avisar.
  • Ha dejado la seguridad de su hogar con la esperanza de tener una vida mejor y este sueño se ve truncado de la noche a la mañana, quedándose sin nada.
  • A parte de sí misma, tiene a su cargo dos niños pequeños, con la presión que supone criarlos cuando te han dejado con una mano delante y otra detrás.

Explicadme bajo qué premisa psicológica, existencial, espiritual, cósmica (o lo que coño sea) puede esta mujer tener una actitud positiva y optimista ante la vida en ese momento de su existencia. Es de locos. Sé que estas personas le decían esto con la mejor de las intenciones, pero como ya dijera Nietzsche: “El camino hacia el infierno está pavimentado de buenas intenciones”.

Os diré una cosa. Lo que más le quita la energía a una persona no es la tristeza o el duelo en sí mismo (o el enfado, el asco o cualquiera de las emociones que queramos estigmatizar). Lo que más nos quita la energía es el juego de la auto-tortura al que jugamos cuando nuestra regulación organísmica nos impone la necesidad de estar en esa emoción (la tendencia natural, vamos) pero nuestra cabeza, con nuestros juicios y distorsiones cognitivas, nos exige no pasar por ahí, poque “no podemos permitírnoslo”. Es como un choque de trenes. La energía natural fluye en una dirección, pero la energía que ponemos en no pasar por ahí fluye en la dirección contraria colapsando. Ahora arregla eso.

Ironías de la vida, si simplemente nos dejamos sentir esas emociones, la cosa fluye mucho mejor. Y créeme, si te sientes así es porque esa situación merece tu atención y lo coherente para abordarla es desde la honestidad emocional.

Y, aunque es difícil por la naturaleza intrínseca de las situaciones jodidas, es mucho más fácil y posible seguir funcionando en la vida. Porque, ¿quién te ha dicho que no puedes vivir con tristeza, con rabia o con miedo?

Cuando esta mujer fue capaz de permitirse esa desolación, toda esa rabia y tristeza sin juzgarse a sí misma pudo volver a funcionar adelante en su vida. Y me siento orgulloso por su trabajo, por el mío, por el de ambos, durante el proceso terapéutico. Pues en cierto momento, transcurridos unos meses, su marido volvió de repente, igual que se fue, y la respuesta de ella fue cerrarle la puerta.

Chapó.

‹‹No necesitamos que nuestros pacientes se distorsionen a sí mismos, no necesitamos que sean optimistas; necesitamos que tengan la capacidad de afrontar la realidad, con lo bueno y con lo malo, para poder reaccionar a lo que pasa y no automanipularse en un sentido u otro. Han de ser capaces de encarar la realidad disfrutando de lo bueno, sintiéndose capaces de aguantar el golpe de lo malo sin romperse y, sobre todo, responsabilizándose de eso que no funciona para cambiarlo».

Olea, Buenaventura Del Charco. Hasta los cojones del pensamiento positivo (Spanish Edition) (p. 20). Samarcanda.

2 comentarios en «A la mierda con tanto positivismo tóxico»

  1. Gracias por el post. Muy acertado. Añado más porquería al pensamiento positivo con lo de “persigue tus sueños” (muchas veces inalcanzables) esas lindezas que no sólo frustran a adultos que tienen sus armas para defenderse mejor o peor sino que lo hacen con chicos y chicas muy al comienzo de sus existencias. Además de impedirles disfrutar de lo que sí tienen y pueden alcanzar.

    Ah, me viene alguna de las ideas de Davies en su libro de “Sedados”. Si su problema es que está en paro, no encuentra casa para vivir, además tiene más de 50 años y no puede con su alma, no se preocupe, piense en positivo,eso sí, si no lo logra, quizás el problema sea exclusivamente suyo y no de la sociedad. Venga, tómese esto que le ayudará a sentirse mejor!

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