Me declaro enemigo del pensamiento positivo y el inevitable positivismo tóxico que cada vez infesta más la sociedad y la manera de “entender” la salud emocional y la manera de relacionarnos hoy en día. Sirva pues este artículo como una manifestación de guerra contra todos esos coaches, “psicólogos” de medio pelo, gurús (en serio, ¿quién se llama a sí mismo “gurú” y se queda tan ancho?) y charlatanes varios que ocupan las portadas de libros de autoayuda que te venden remedios mágicos en el gran negocio de la felicidad.
Tal vez estés ahora mismo pensando “vale, pero ¿por qué dices eso?” o “¿qué razones y argumentos tienes para adoptar esa postura?”. Bien, vayamos por pasos.