Una mirada tierna hacia el otro

Me siento inquieto. Quiero escribir acerca de la empatía, pero no quedarme en un mero “hablar sobre”, sino hablar la empatía. Acercaros un poco de mi experiencia, sin quedarme en un estar dando vueltas sobre un concepto meramente abstracto. Sería muy fácil explicar qué es la empatía, pero para ello me podría limitar a buscar su significado en un diccionario o a indagar sobre diversas disertaciones que otros psicólogos y psicólogas hayan hecho sobre el tema en sus redes sociales o en sus respectivas páginas webs. No quiero eso.

En su lugar, trataré de sumergirme en la experiencia de mi empatía desde el punto del proceso vital en que me encuentro.

Hago pausa, me cuesta concentrarme. Siento que entro en terreno pantanoso. Aún a estas alturas de mi propio proceso terapéutico siento que me cuesta, en ocasiones, entrar en mi mundo interno. Más aún cuando el propósito es exponerme ante el mundo.

Siento que quiero hablar de la ternura. Llevo ya desde hace algún tiempo muy interesado en el tema de la ternura y de la agresividad. Aún a despecho de muchos psicólogos –cognitivistas, en su mayoría– he adoptado como propia la visión bioenergética, que considera la ternura como el medio con el que conectamos con nosotros mismos, siendo la agresividad el medio con el que nos expresamos y nos relacionamos con el mundo. Creo que mucha gente confunde la agresividad con sadismo y/o violencia. Para mí, la agresividad no es, si no un impulso energético que nos moviliza a la acción. La hostilidad simplemente es una pequeña parte de esta agresividad, y aún así no merece ser juzgada, pues también cumple su función ante la frustración a modo de defensa.

Siento que estoy teorizando demasiado. Me hallo en un momento de mi vida en que estoy explorando mucho el papel que ambas funciones –la tierna y la agresiva– cumplen en mi vida. Tal vez, este sea el motivo que me lleva a hablar de este tema. No quiero entrar excesivamente en detalles al respecto, es algo que guardo para mi propia terapia y para mis amigos y amigas más allegadas.

Si aceptamos como verdadera esta visión de la ternura y la agresividad, podríamos preguntarnos: ¿Cómo se relaciona la empatía con todo esto?

Ahora quiero contaros un poco de mi experiencia. Me siento en un momento extremadamente vulnerable de mi vida, tanto a nivel personal como profesional, donde muchas cosas se están poniendo en juego… especialmente, mi valía, tanto como persona, como hombre y como profesional. Siento que esta circunstancia me hace ser especialmente sensible a la forma en que me acoge la gente, y siento con muchísima intensidad el acogimiento empático, pero aún más el acogimiento no empático –si podemos llamarlo acogimiento.

Me gustaría hacer un inciso para comentar que ahora mismo estoy sintiendo que, de alguna forma, estoy integrando dos imágenes mías que, hasta ahora, estaba esforzándome por mantener separadas: mi yo, como persona, y mi yo como psicólogo. En lo personal, siempre he intentado que la gente me valore haciendo de valer mi imagen como psicólogo, la imagen en la que me siento más cómodo y con mayor confianza. Por el contrario, ahora siento que, en lo profesional, estoy intentando que me valores (a ti, que estás leyendo esto) por cómo soy como persona. Mi yo que es ahora, en este momento (ignoro como seré dentro de un tiempo).

Cierro ya el inciso. Estaba diciendo la intensidad con la que experimento cuando no soy acogido de manera empática. Lo vivo como una auténtica agresión, de manera violenta, sádica. Juan José Albert, en “Ternura y agresividad” explica que la agresividad, sin ternura, deviene fácilmente en sadismo. Estas experiencias vividas me inducen a estar de acuerdo con él. Al principio, creí que lo que llevaba mal era que la gente, al contarle mis conflictos, me confrontara con un punto de vista diferente y discrepara conmigo. Con el paso del tiempo, y tras alguna que otra reflexión, entendí que lo que realmente vivo con tanto malestar no es esto, sino una confrontación en la que no siento empatía por parte del otro. Un alivio, pues la primera posibilidad me resulta un tanto infantil y regresiva.

¿Por qué cuento mi experiencia? Como he dicho, no quiero hacer un “hablar sobre la empatía”, que consistiría en acudir a cualquier manual de psicología y limitarme a hacer un copia y pega o, en el mejor de los casos, hablar de lo mismo con mis palabras. Quiero alcanzar una síntesis mucho más auténtica, algo que salga de mí.

Para mí, la empatía consiste en un contacto tierno, no solo con nosotros mismos, sino una mirada tierna hacia el otro, que se constituirá en una extensión de nuestra ternura por nosotros mismos. La verdadera empatía consiste en ser capaces de trascender nuestro mundo interno –sin perderlo tampoco de vista– y comprender el mundo interno del otro, entendiendo, desde ahí, su experiencia, lo que nos está contando. A partir de ahí, cualquier contacto agresivo –ya sea una confrontación o apoyo– ha de ser bien recibido por una mente suficientemente sana.

Creo firmemente que, cualquier otra muestra de empatía que no parta del contacto tierno con nosotros mismos es, simplemente, una empatía intelectual, un acting out, hacer como que siento empatía. Lamentablemente, creo que la mayor parte de la gente que hace esto no es consciente de que está jugando un mero papel. Esto no se debe a que carezcan de capacidad empática, sino a que necesitan potenciar el contacto tierno consigo mismos/as.

¿Y tú? ¿Has empatizado con mi experiencia?

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